Conservación de libros y revistas: prácticas recomendadas para bibliotecas especializadas

La imagen de una persona usando libros como una improvisada escalera o banco puede parecer simpática a primera vista. Sin embargo, este gesto revela un problema serio: la falta de conciencia sobre el cuidado y la preservación de los ejemplares, que son patrimonio cultural y fuente de conocimiento colectivo. A propósito de esta reflexión, traemos las recomendaciones que la Biblioteca CPAU (Consejo Profesional de Arquitectura y Urbanismo) ha elaborado para promover el cuidado adecuado de libros y revistas, fundamentales tanto en bibliotecas especializadas como en las generales.
Algunas recomendaciones:
Evitar el uso de clips de metal y bandas elásticas: estos elementos pueden oxidarse y transferir sustancias químicas que dañan las páginas.
Cuando hablamos de la conservación de libros, revistas, documentos en papel o similares, cada pequeño detalle cuenta. El consejo de evitar clips metálicos y bandas elásticas no es un simple capricho, sino una medida preventiva frente a daños irreversibles.
Los clips de metal, incluso los más pequeños y aparentemente inofensivos, tienden a oxidarse con el tiempo. Ese proceso de oxidación libera compuestos que migran al papel, dejando manchas marrones o anaranjadas —lo que los conservadores llaman foxing químico. Una vez que esa alteración se fija en la celulosa, es prácticamente imposible borrarla sin afectar la integridad de la hoja.
Las bandas elásticas, por otro lado, sufren un envejecimiento químico distinto: el caucho se degrada, se endurece, se resquebraja y, en muchos casos, se vuelve pegajoso. Esa sustancia, al entrar en contacto con las páginas, se adhiere a las fibras y provoca roturas al intentar despegarla. En los archivos históricos no es raro encontrar documentos literalmente “cortados” por la presión y la descomposición de una simple goma.
Es decir, tanto clips como bandas elásticas introducen agentes externos que aceleran la degradación natural del papel. Por eso, en conservación se recomienda reemplazarlos por soluciones neutras: carpetas de conservación, sobres o fundas libres de ácido o tiras de papel libre de lignina para sujetar o señalar.
No utilizar adhesivos como el papel autoadhesivo tipo Post-it: pueden dejar residuos y dañar el papel con el tiempo.
Manejo cuidadoso: al manipular libros y revistas, es fundamental hacerlo con las manos limpias y secas para evitar la transferencia de aceites y suciedad.
Durante la pandemia, nos acostumbramos a escuchar —y practicar— el ritual de lavarse las manos con frecuencia para evitar contagios. En conservación del papel, esa costumbre tiene un paralelismo muy interesante: las manos son siempre el primer puente entre el lector y el libro, y lo que llevamos en la piel puede determinar la salud del papel a largo plazo.
El consejo de manipular libros y revistas con las manos limpias y secas responde a un hecho simple pero crítico: la piel produce de manera natural grasas y sudor que, al entrar en contacto con las fibras del papel, dejan manchas invisibles al principio, pero que con los años se traducen en zonas oscurecidas, opacas o quebradizas. Si a eso sumamos la suciedad cotidiana —restos de polvo, tinta, maquillaje o incluso partículas de comida—, el riesgo de dañar un documento se multiplica.
En bibliotecas y archivos, los conservadores han comprobado que un mismo libro manipulado muchas veces sin cuidado puede mostrar en pocas décadas el deterioro equivalente a siglos de envejecimiento natural. De ahí la insistencia en una regla básica: lavarse las manos y secarlas bien antes de leer o consultar material.
Cabe aclarar algo que suele generar debate: en algunos contextos se utilizaban guantes de algodón, pero hoy muchos especialistas los desaconsejan para el papel, ya que reducen la sensibilidad táctil y aumentan la probabilidad de rasgar páginas frágiles. Por eso, las manos limpias y secas son, en la mayoría de los casos, la mejor herramienta.
Almacenamiento adecuado: los materiales deben guardarse en lugares secos, frescos y alejados de la luz directa para prevenir el deterioro.
El orden no solo aporta paz visual y sensación de armonía en un espacio; en el mundo de la conservación de libros y documentos, el orden está directamente ligado a la supervivencia del papel. Cómo y dónde se almacenan los materiales puede marcar la diferencia entre un libro que se mantiene legible por siglos y otro que se vuelve quebradizo en pocas décadas.
La recomendación de un almacenamiento adecuado parte de tres factores importantes:
Ambiente seco: la humedad es el peor enemigo del papel, porque fomenta la aparición de hongos y moho, que manchan y debilitan las fibras. Incluso una humedad moderada favorece que insectos como pececillos de plata o cucarachas encuentren un banquete entre las páginas.
Temperatura fresca: el calor acelera las reacciones químicas de envejecimiento, sobre todo la acidificación del papel. Un libro guardado en un espacio caluroso y mal ventilado puede envejecer el doble de rápido que en un ambiente controlado.
Alejados de la luz directa: la radiación ultravioleta degrada la celulosa y las tintas, provocando decoloración, pérdida de legibilidad y fragilidad extrema. Por eso, un libro junto a la ventana, aunque resulte decorativo, está condenado a desvanecerse con el tiempo.
Este famoso “triángulo preventivo” —controlar humedad, temperatura y luz— es el primer paso para evitar intervenciones costosas de restauración. Y aunque en muchas bibliotecas el espacio siempre es limitado y los libros conviven muy juntos, hay pequeñas acciones que podemos aplicar: evitar ponerlos bajo una ventana, no pegarlos a una pared húmeda o dejar circular un poco de aire entre los estantes. Estos gestos mínimos pueden marcar una gran diferencia en la vida de los materiales, porque en conservación, como dice el viejo dicho, más vale prevenir que curar, y un poco de cuidado diario evita problemas mucho mayores en el futuro.
Relevancia para la Red Vitruvio
Las bibliotecas que integran la Red Vitruvio cumplen un rol importante en la preservación del patrimonio bibliográfico especializado. La implementación de estas prácticas no solo extiende la vida de los materiales, sino que garantiza que investigadores, estudiantes y profesionales puedan seguir accediendo a recursos de calidad.
Cuidar cada libro, cada revista, y cada documento es, en definitiva, cuidar la memoria y el conocimiento. Para profundizar en estas recomendaciones, invitamos a todos los miembros a visitar el sitio oficial de la Biblioteca CPAU.: https://www.cpau.org/nota/37950.